La llegada del verano tiene numerosas cosas positivas: llegan las vacaciones, el buen tiempo, la época de piscina, los buenos ratos con los amigos en las terrazas de los bares... Pero también trae cosas negativas, y una de las peores, que cada año se cobra la vida de miles de personas, es el temido golpe de calor: cuidado con tostarse al sol en la toalla. Primero, ¿sabes cómo reconocerlo? Y después, ¿cómo evitarlo?
Cómo reconocer el golpe de calor
Para actuar lo más rápido posible ante un golpe de calor, ya sea propio o ajeno, es muy importante saber reconocer los síntomas de inmediato. La población más sensible a estos golpes son los niños y los ancianos, especialmente aquellos que tienen una patología previa: es a ellos a quienes hay que prestar especial atención, aunque nadie está exento de sufrir un golpe de calor si no se previene.
Hay distintos síntomas que indicarán si una persona está sufriendo un golpe de calor: sudoración excesiva al principio y después falta de sudor, mareos, aceleración del ritmo cardíaco, dolor de cabeza, elevada temperatura corporal e incluso ataques con convulsiones pueden indicar que esa persona está sufriendo uno de estos golpes.
Así se previene un golpe de calor
Lo primero es estar cerca del agua y mantenerse hidratado, tanto por dentro como por fuera. Durante el verano es imprescindible salir de casa con una botella de agua y, sobre todo, evitar salir de casa en las horas centrales del día, que son las más peligrosas. Si no queda más remedio, siempre hay que intentar buscar las zonas de sombra o protegernos con parasoles, gorras o sombreros en la medida de lo posible.
Las piscinas municipales o privadas se convertirán en nuestras principales aliadas para evitar los golpes de calor, aunque es importante no pasar largos periodos de tiempo al sol a pesar de estar cerca del agua. Lo ideal es que tengamos un jardín junto a la piscina, una zona de sombra donde evitar los rayos solares: evita que tu ropa sea oscura y procura tomar comidas de piscina ligeras.